lunes, 9 de enero de 2012

HACER DE LA ESCUELA UN CENTRO DE CREACIÓN DE LO VIVO, NO LA ANTECÁMARA DE UNA SOCIEDAD PARASITARIA Y MERCANTIL


En diciembre de 1991, la comisión Europea publicaba un memorándum sobre la enseñanza superior. En él, recomendaba a las universidades comportarse como empresas sometidas a las reglas de competencia del mercado. El mismo documento expresaba el deseo de que lxs estudiantxs fuesen tratadxs como clientes incitadxs no a aprender sino a consumir. Los cursos se convertirán así en productos, dejando lugar a los términos “estudiante”, “estudios”, a expresiones más apropiadas para la nueva orientación: “capital humano”, “mercado de trabajo”. En septiembre de 1993, la misma comisión reincide con un libro verde sobre la dimensión europea de la educación. Precisa en el que hace falta, desde la escuela infantil, formar “recursos humanos para las necesidades exclusivas de la industria” y favorecer “una mayor adaptabilidad de los comportamientos para poder responder a la demanda del mercado de mano de obra”.
¡Es así como el zoom atascado del presente proyecta como radiante futuro la eficacia caducada del pasado! 
Una vez eliminado lo que subsistía de mediocremente rentable en la escuela de ayer –el latín, el griego, Shakespeare y compañía- lxs estudiantxs tendrán al fin el privilegio de acceder a los gestos que salvan: equilibrar la balanza de los mercados produciendo inútiles y consumiendo mierda.
La operación va por muy buen camino porque, por muy distintos que se pretendan, lxs gobernantxs se adhieren unánimemente al principio “la empresa debe estar orientada a la formación, y la formación debe estar orientada a las necesidades de la empresa”.